Fuente: Euroganadería.eu
Sin duda, los precios en niveles récord que ha alcanzado el aceite de oliva durante estas dos últimas campañas, la pasada 2022/23 y la actual 2023/24, es una de las noticias más relevantes del actual panorama agroalimentario. La raíz de esta compleja situación está en la combinación entre un drástico recorte de las cosechas de aceituna para almazara por la sequía y la falta de disponibilidad de agua para regadío, y un incremento inflacionista de los costes de producción que, a duras penas, se han podido trasladar a lo largo de los eslabones de la cadena de valor agroalimentaria.
En otros sectores productivos, una escasa oferta disponible se ha paliado con importaciones y el ejemplo más claro lo tenemos en el sector cerealista, donde a pesar de una muy mala cosecha nacional en la campaña de comercialización 2023/24, que debería haber tirado para arriba de los precios en origen, la realidad es que estos se encuentran en niveles que, unido al muy bajo volumen de cosecha, apenas cubren costes de producción, como consecuencia de la abundante disponibilidad de grano en el entorno europeo y mundial.
En el sector oleícola, en cambio, España es el primer productor mundial, al concentrar entre un 30% y algo más del 40% del volumen total de producción de aceite de oliva, y entre el 50-70%, según campañas, del volumen de la Unión Europea, con una media de 1,45 millones de toneladas entre 2018/19 y 2021/22, siendo el récord de 1,79 millones en la primera y llegando a casi 1,5 millones en la última, frente a una media de producción mundial de casi 3,5 millones de toneladas en esas campañas.
La sequía padecida en el olivar en las dos últimas campañas quebró esta situación. En 2022/23 se alcanzaron apenas 666.000 toneladas de producción de aceite de oliva y en la actual 2023/24 la previsión es de unas 750.000-760.000 toneladas, un 15% más que en la anterior, pero la mitad de su potencial medio productivo. Este volumen en la campaña 2022/23 representó apenas un 26% de la producción mundial oleícola y un 48% de la europea y, según la previsión para la actual 2023/24, será algo más del 32% de la mundial y del 54% de la europea, respectivamente.
Las importaciones desde otros países de la UE (Portugal, principalmente y en mucha menor medida de Italia y Grecia) y de países terceros (Túnez, Marruecos, Turquía, Argentina…) han superado de media las 200.000 toneladas en las últimas campañas, pero solo han contribuido a paliar una pequeña parte del déficit de oferta para atender las necesidades de la demanda interior y del mercado exportador, pero no para frenar el incremento de los precios de venta de aceite de oliva en origen y destino.
Precios altos, ¿sin beneficiarios?
Estos precios tan elevados del aceite de oliva, ¿suponen un incremento de los beneficios para el sector productor o para el resto de la cadena? A nivel macro y en líneas generales, no; a nivel micro o particular, cada cual hace sus cuentas y conoce sus resultados. A unos les puede estar yendo mejor si han logrado, con regadío, mantener o incrementar su volumen de cosecha y/o producción, a otros, en cambio, mucho peor si su cultivo está en secano y ha tenido que hacer frente a los costes fijos con rendimientos productivos muy bajos.
Por su parte, industriales envasadores y comercializadores en el mercado interno o en el exterior habrán tenido que ajustar márgenes al máximo en su negociación con las cadenas de distribución, soportando también unos mayores costes de producción, sobre todo por el alto precio del aceite de oliva como materia prima.
Por lo general, la distribución habrá intentado contener sus márgenes, pero sin que se haya frenado apenas a la hora de subir los PVP al consumidor, a pesar de que eso suponía vender menos en volumen. La reducción del IVA, decretada por el Gobierno, del 10% al 5% y ahora prorrogada hasta mitad de 2024, y la que aún no ha entrado en vigor del 5% al 0%, apenas se notará unos céntimos por litro en los PVP al consumidor.
Los altos precios del aceite de oliva, ¿tienen consecuencias ya sobre la evolución de su consumo? Sí, puede hacer que muchos consumidores deserten de consumir esta grasa vegetal tan apreciada si el mercado continúa en tensión, aunque todo dependerá también de la coyuntura económica. La demanda del consumo interno está bajando ya sobre la media de las cuatro últimas campañas cerca de un 40% y la exportación recorta un 35%, niveles aún por debajo de lo han aumentado los precios, que más que se han doblado respecto a la media de las cuatro campañas anteriores y que se han encarecido por encima del 50% en las dos últimas.
¿Es sostenible esta evolución del mercado en el tiempo? No, a medio plazo lo ideal sería encontrar un término medio, un mayor equilibrio entre lo que se oferta y lo que se demanda, con precios que sean remuneradores para todos los eslabones de la cadena de valor, pero que no espanten a los consumidores o a los mercados exteriores que tanto ha costado conquistar.
Aunque en esta compleja situación pueden existir agentes u operadores que, a título particular, se beneficien o que, al menos mantengan sus márgenes, en términos generales ningún eslabón de la cadena de valor gana (o gana menos de lo previsto), sino que todos ellos pierden (pero unos pierden más que otros).
Mala cosecha y costes elevados
Como analizaron desde la Asociación Española de Municipios del Olivar (AEMO), el productor de aceituna para molino, lo está pasando mal en general, porque a pesar de que hay un precio muy alto para su productor, el volumen del que dispone para su venta en el mercado es muy pequeño, con el añadido de unos costes de producción que se mantienen muy elevados y que son un 60% superiores por kilo de aceite producido.
Precisamente, esta Asociación actualizó su estudio sobre la “Aproximación a los costes de producción de aceite de oliva a 2023”, en el que constata que, debido a la inflación (subida de precios de costes de las labores de cultivo y de otras actuaciones) y la reducción de la cosecha, producir un kilo de oliva en España se incrementaron más del doble en la pasada campaña 2022/23, algo que se repite en la actual 2023/24. Ello implica que, a pesar de los altos precios del aceite de oliva en el mercado, el olivarero no ve remunerada su actividad en la mayor parte de los casos.
En cuanto a las almazaras industriales o cooperativas, que transforman la aceituna en aceite de oliva, la situación no es tampoco nada favorable. Tienen mucho menos volumen para molturar, pero mantienen los costes fijos de personal, energía, amortización de inversiones, etc., que se derivan de solo abrir sus puertas, lo que conlleva multiplicar los costes por unidad de producción. De ahí, las iniciativas acordadas por varias cooperativas en esta campaña para concentrar producto y moler en una única almazara, con el fin de ahorrar en costes fijos.
A su vez, a los envasadores de aceite de oliva y comercializadores no les queda más remedio que trasladar los altos precios del aceite de oliva en origen a las plantillas de la distribución, lo que no les resulta nada fácil porque esa subida les genera mayores tensiones en la negociación y presiones, que tratan de contener al máximo esas subidas para colocar su producto en los lineales o en el mercado internacional. Los elevados precios de la materia prima que envasan, por tanto, no les genera mayores beneficios, no solo por las enormes dificultades de trasladarlos a los siguientes eslabones de la cadena, sino también porque cuentan con menos oferta de venta. Si logran mantener o no perder demasiado en los márgenes de rentabilidad, ya es mucho.
La distribución mayorista y minorista, por su parte, busca también contener al máximo sus márgenes ante el alto precio con que se le ofrece el aceite de oliva envasado. Aún así, tratan de no perder o de perder lo mínimo posible, dado que deben soportar también unas menores ventas en todas y cada de las referencias del aceite de oliva al trasladar a sus PVP los elevados precios de la materia prima y, a la vez, tener que hacer frente a la competencia comercial. De cualquier forma, son los que menos pierden porque pueden compensar esa pérdida con la subida de precios en otros productos dentro de la categoría de grasas vegetales o en el amplio portafolio de ventas de alimentos y bebidas.
Por último, los consumidores, al final de la cadena de valor, son los otros grandes perdedores, junto con la mayor parte de los productores, principalmente dado, que ante los altos precios, tienen que decidir si mantienen su consumo o si lo reducen. No obstante, está sorprendiendo a todos los agentes del sector oleícola la resistencia y la fidelidad demostrada a este emblemático producto alimentario, a pesar de la fortísima escalada de los PVP en los lineales, que esperaban un mayor efecto “sustitución” con otras grasas vegetales, sobre todo con el aceite de girasol. ¿Habrá entendido por fin el consumidor que cuando consume aceite de oliva virgen extra está tomando salud, como ya ocurre en otras partes del mundo? No lo tengo claro.
El mercado aún resiste
Es una realidad que el consumo está reduciéndose en porcentajes de entre un 30% y un 40% en volumen, pero ese importante ajuste se está soportando mejor, dado que, por un lado, la oferta también ha caído en niveles superiores, más del 50% de lo que es habitual, y los PVP se han encarecido en una media de casi un 55% (dato del IPC de diciembre de 2023 respecto a ese mismo mes de 2022), con variaciones al alza o a la baja según categorías, calidades y centros de distribución (súper o hipermercados). La organización de consumidores y usuarios FACUA detectó en su último estudio una subida media de los AOVE del 69,3%, siendo las mayores alzas del 75,8% en Carrefour; del 73,9% en Alcampo; del 71,3% en Eroski; del 69,2% en Hipercor; del 68,2% en DIA, o del 57,3% en Mercadona a lo largo del pasado año.
En la primera quincena de enero, los precios en origen del aceite de oliva han continuado subiendo en el mercado nacional y buena parte de los grupos de la distribución han hecho algo similar con los PVP del consumidor, debido a que la comercialización del aceite de oliva, a pesar de las elevadas cotizaciones, se mantienen bastante firmes y que las cifras de producción son claramente mejores que un año antes. Con referencia a precios medios, los AOVE se pagaron ya en la segunda semana de enero por encima de los 9.000 euros por toneladas; los de categoría virgen entre 8.800 y 9.000 euros/tonelada y los lampantes según grado de acidez escalaron hasta los 8.200-8.600 euros/tonelada.
Las cifras provisionales de producción nacional de aceite de oliva en los tres primeros meses de campaña (octubre-diciembre), de acuerdo a los datos provisionales de la Agencia de Información y Control Alimentarios (AICA) confirman que, al menos, se cumplirán las estimaciones realizadas hasta ahora, de unas 755.000-765.000 toneladas.
En diciembre se contabilizó una producción de 321.158 toneladas, acumulando ya en este primer trimestre de 2023/24 un volumen total cercano a las 585.000 toneladas. Quedan por contabilizar aún meses fuertes, como enero y parte de febrero, salvo que la cosecha se haya adelantado tanto que en febrero apenas quede aceituna ya por recoger. Luego en los siguientes meses, de marzo a mayo, aún se producirán algunos ajustes menores de producción, pero el grueso se centra en los meses anteriores.
En el último mes de 2023, con datos provisionales, salieron al mercado casi 97.000 toneladas (unas 32.200 t destinadas al mercado interior y 64.600 toneladas destinadas a exportación) incluyendo en esta cifra unas importaciones esperadas de 30.000 toneladas, que aún habrá que consolidar en los próximos meses. En este primer tercio de campaña, el mercado habría absorbido ya cerca de 260.000 toneladas (cerca de 170.000 tn exportadas y de 90.000 tn de mercado interior aparente), dejando un stock a 31 de diciembre de 2023 de más de 631.000 toneladas (unas 255.300 tn más que en noviembre) de las cuales más de 460.000 tn estaban en almazaras; 165.000 t en envasadores, y algo menos de 4.000 t en la Fundación Patrimonio Comunal Olivarero.
Con estos datos, ¿están justificados los elevados precios del aceite de oliva en origen y los PVP en destino? Puede haber respuestas para todos los gustos. Lo normal es que, si llegan las lluvias en este invierno y, sobre todo, en los primeros meses de primavera, la situación de las cotizaciones tienda a normalizarse (que es algo que desean casi todos), a la espera de una próxima cosecha en otoño (campaña 2024/25) que, al menos, vuelva a superar el millón de toneladas.
Por el momento, la situación de precios de mercado es la que es y nadie se atreve a vaticinar qué es lo que puede pasar en un plazo superior a los tres-seis meses. Los techos de las cotizaciones medias del aceite de oliva han ido cayendo uno tras otro. Ahora está el tope de los 10 euros por litro, que se nos antoja difícil de traspasar sin que el consumo o las exportaciones se resientan drásticamente, pero también se decía eso cuando estaba en 5, 6 o en 8 euros/litro. Será por tanto el mercado, como otras veces, el que dicte sentencia y el que imponga los ajustes que tenga que imponer.